Roberto Galán, Toledo.
En el Estadio Olímpico de Moscú, con mi teclado ante miles de personas, la comprendí. Comprendí la enseñanza que mis abuelos, mi madre, mi padre, mis tíos me habían estado transmitiendo con sus frases, a su modo.
Era el año 2011 y ante miles de moscovitas entendí mejor que nunca que sí, que la música es el lenguaje del alma. ¿Cómo si no, toda esa gente iba a saltar al unísono con una canción escrita en otro país y en otra época? La música llega allí donde ni las palabras ni los números alcanzan.
Las palabras y los números que aprendí en la Universidad los guardo en mi maleta. La abro para que me acompañen al piano en noches de insomnio, tardes creativas y mañanas productivas e intercambiamos versos y acordes, desacuerdos y quejíos.
De vez en cuando compartimos la conversación con Miguel Vilches. Gracias a él ahora formo parte del grupo de compositores de la editorial LEIBER MUSIC.
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